EL BATALLÓN SAN PATRICIO 1846-1847






La aparición del cuerpo de los San Patricios como unidad mexicana del ejército, se da en Monterrey el 21 de septiembre de 1846, con una batería de artillería bajo las órdenes del irlandés John Riley quien se había desempeñado como un oficial del ejército estadounidense y ahora peleaba del lado mexicano.

Un número considerable de patricios eran desertores del ejército invasor debido al mal trato, el racismo hacia ellos y su fe católica; los mandos militares desconfiaban de ellos por su religión y los creían mas afectos a Roma y al Papa que a Washington; pero también había europeos que ya vivían en la República Mexicana y se habían incorporado a esas fuerzas, por solidaridad o agradecimiento al gobierno mexicano, así como voluntarios extranjeros que llegaron expresamente a reunirse con los Patricios, atraídos por la promesa de tierras como recompensa. Rechazaron exitosamente dos asaltos a Monterrey con valor y tenacidad y a pesar de que el general Taylor estaba a punto de abandonar la plaza, el comandante mexicano Pedro Ampudia pidió parlamento y con ello consumó la derrota.
Con el tiempo, por su tenacidad, valentía y entrega en el combate, ganaron la confianza de las fuerzas mexicanas y dejaron de tener oficialidad mexicana y les fueron nombrados oficiales irlandeses como comandantes, se les permitió su propia insignia y se convirtieron en Batallón. En el conflicto bélico de E.U. con Inglaterra, hubo desertores, pero nunca antes se había formado una unidad de desertores para combatir al lado del enemigo.[1]
El batallón San Patricio, siguió prestando sus servicios y estuvo presente durante la batalla de Churubusco (20 de agosto de 1847) las fatigadas y mal pertrechadas fuerzas mexicanas se establecieron en el convento de Santa María de Churubusco, para tomar un respiro y preparar su defensa, los estadounidenses mejor suministrados aprestaron su ataque. Los batallones Independencia, Bravo y San Patricio sumaban 1300 hombres, los comandantes eran los generales Manuel Rincón y Pedro María Anaya quienes mantenían la moral alta en sus tropas, la lucha se torno intensa y se inclinó poco a poco a favor del invasor. Después de horas de operaciones las fuerzas mexicanas agotaron sus municiones aunado al azaroso hecho de que la reserva de pólvora había estallado por el efecto de una bomba enemiga, lo que dejó a los mexicanos sin posibilidad de continuar peleando; ante lo ineludible, se ordena izar una bandera blanca en señal de rendición, al darse cuenta de ello el capitán irlandés Patrick Dalton intenta abatirla para seguir resistiendo, su esfuerzo es inútil pues no hay ni munición ni parque que frene el avance del enemigo. El silencio de cañones y fusiles se apoderó del convento.
El general Twiggs entró al patio del convento y encontró a los oficiales formados y exigió que los mexicanos entregaran armas, municiones y pólvora, a lo que el general Anaya respondió gallardamente: “si tuviéramos parque, usted no estaría aquí”.
Todos los integrantes del Batallón San Patricio fueron tomados presos y fueron cruelmente tratados, acusados de provocar la mayor cantidad de bajas al ejército estadounidense y responsables de la resistencia en la pasada batalla de La Angostura. Los patricios que habían sido parte del ejército ocupante hasta antes de la invasión (Riley, entre ellos) fueron azotados con feroz saña a látigo y marcados con hierro candente en la cara con la letra D (bajo el ojo derecho) y sentenciados a trabajos forzados. Los reclutados después de la declaración de guerra también fueron azotados (50 golpes con látigo de siete puntas) y ahorcados en masa, viendo desde lo lejos el sitio de Chapultepec (13 septiembre 1847), estuvieron parados sobre carretas por casi diez horas; conforme a la orden del general Winfield Scott al momento del remplazo de la bandera mexicana por la norteamericana debían ser ejecutados todos al mismo tiempo, esta acción es hasta la actualidad, el mayor ahorcamiento colectivo en toda la historia de los Estados Unidos.[2]


[1]En sólo el año de 1840 arribaron a los EE. UU. 40,642 personas de nacionalidad anglo-irlandesa. Los ingleses se diluían entre los nativos porque profesaban el protestantismo; pero los irlandeses permanecían en islas, en grupos compactos, lo que es típico de las minorías que se defienden…” http://www.menendezymenendez.com/2007/09/en-memoria-del-herico-batalln-de-san.html (visitada en 15 de abril 2010)

[2]Detrás de la Plaza de San Jacinto, a la espalda de las casas que ven al Oriente, se pusieron de trecho en trecho y se amacizaron gruesos vigones con trabes gruesas, tendidas horizontalmente en la parte superior, colgando otras reatas verticales de espacio en espacio Los prisioneros fueron distribuidos según los claros de las vigas. A cierta distancia, entre gritos y chasquidos de látigos, ataron con soga corrediza el extremo de los lazos colgantes al cuello de los prisioneros... y, en medio de gritos, hicieron correr a los caballos que tiraban de los carros. Balanceándose en los aires, entre horribles convulsiones y muestras de dolor, quedaron aquellos defensores de nuestra patria...”
Y don Guillermo Prieto concluye: “La agonía de aquellos mártires duró mucho. Los cuerpos de las víctimas fueron sepultados en el florido pueblecito de Tlacopac, situado entre Mixcoac y San Angel” ídem

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